Cómo me documenté para escribir La promesa de Ruth

Nos metemos entre bambalinas de la novela.

Después de recibir las opiniones de varios lectores de La promesa de Ruth, hay un común denominador entre ellos, se trata de una pregunta que se repite una y otra vez; ¿de dónde has sacado tanta información y cómo has logrado hilarla entre sí?

Responder a esas cuestiones podría llevarme horas, tantas como tiempo tardaría en volver a leer el texto. Podría comenzar afirmando que fue un trabajo tedioso y que en ocasiones llegué incluso a tener la sensación de estar volviéndome loco. Información, esa es la palabra. Información de todo tipo; lugares, fechas, sucesos, efemérides, personas, costumbres, y un sinfín de detalles son los que tuve en cuenta para lograr una historia sólida, fiable y, sobre todo, creíble.

E-mail recibido por parte de Aena.

El ímpetu por lograr la perfección llegó a extremos que rozaron la cabezonería. Voy a poner un ejemplo. Tranquilos que no voy a desvelar nada relevante, tan solo quiero puntualizar algunas secuencias. En un momento dado de la historia alguien tiene que tomar un vuelo desde Madrid hasta La Habana en una fecha concreta. Cualquiera pensará que, dado que estoy escribiendo ficción, puedo inventarme todo lo que me plazca. No le falta razón. Pero mi tozudez u obcecación por lograr el mejor resultado me llevó a investigar sobre ese vuelo. ¿Por dónde empiezo? Me dije. Internet, mi gran amigo. Resulta que al hacer mas de X años, los datos del vuelo que yo buscaba no aparecían publicados. Eché mano de amistades y, tras consultar a una azafata de vuelo, una especialista en turismo y un agente de viajes, acabaron recomendándome ir directo al padre de la criatura: Aena. Sin muchas esperanzas les escribí un mail y cuál fue mi sorpresa cuando dos semanas después recibí la respuesta. Al fin tenía la información que quería; la compañía, el número de vuelo, el modelo del avión y la hora de partida. Luego podría jugar o no con los datos, pero la información era verídica.

Voy a citar otro ejemplo de lo impertinente que he llegado a ser. Recuerdo acudir en unas cuatro o cinco ocasiones a la consulta de fisioterapia y mientras me aliviaban los dolores de cervicales no paré de preguntar acerca de las posibles lesiones que podrían ocasionar “un suceso” que ahora no viene a cuento. Esas mismas preguntas se las hacía, entre gintonics, a un auxiliar de enfermería y, para colmo, llegué incluso a aprovechar la visita al médico de cabecera para contrastar las mismas afirmaciones.

Uno de los primeros días de redactado. En una biblioteca.

Escribir sobre Cuba fue complicado, pero a la vez apasionante. Desconocía por completo cómo era aquel país y eso me motivaba, y mucho. Cuba tiene muchas peculiaridades, pero una de ellas es que en internet no hay tanta información como pudiéramos encontrar en cualquier otro país de Latinoamérica. No funciona Google Maps, hay lugares que no están filmados y la falta de transparencia en algunos aspectos no ayudaba mucho a mi proceso de investigación. Surgieron obstáculos, pero eso no hacía más que aumentar mi inquietud e interés. Durante seis meses estuve inmerso en la cultura cubana; comencé a seguir varios grupos de Facebook, a leer diarios de la isla, a ver documentales sobre su historia, entrevistas, culebrones y un sin fin de artículos. Acabé por buscar a cubanos nativos que pudieran ayudarme y los encontré. Su aporte fue primordial para entender y caracterizar de la forma más real e imparcial lo que sucede en la isla, o más bien, con lo que sucede en la novela.

En España estuve buscado localizaciones. Comencé por Asturias, ya hablé de esta experiencia en un post dedicado a la visita a Bueño, al igual que otra visita a Madrid en otro post dedicado al museo Geominero y el barrio de Chamberí. Seguimos sumando horas y horas de búsqueda, folios de anotaciones, carpetas repletas de imágenes en mi ordenador: El aeropuerto de La Habana, el museo de la Revolución, laPlaza de la Revolución, el Paseo del Prado, los modelos y características del parque automovilístico. Paseos virtuales por ciudades como Nuevitas, Camagüey,Pinar del Río y Playa Santa Lucía, entre otros.

Extracto de la noticia sobre la inauguración del museo Geominero en el ABC del 3/3/1989

Hay decenas de detalles. Cada fecha está puesta a conciencia y una de ellas me llevó mucho trabajo de búsqueda. Fue la fecha en la que se inauguró el museo Geominero de Madrid. No era necesario ese detalle, pero de nuevo quise salirme con la mía y la investigación me llevó a buscar en la hemeroteca de todos lo diarios hasta que sonó la campana. Ese detalle pasa casi desapercibido, pero a mí me llevó varias horas de búsqueda y preocupación. La satisfacción fue total, recuerdo que abrí un botellín de cerveza para celebrarlo.

Los nombres y apellidos de los personajes fue otro de los dilemas. He tenido la suerte de no tener que cambiarlos muchas veces. Nombres como Tino el Bambino o Yasmín Warka parecían predestinados a esta novela desde la primera vez que los escribí. Hay muchas anécdotas, no solo relacionadas con los nombres sino con muchas frases extraídas de conversaciones informales con algún que otro conocido y momentos basados en mi propia experiencia. Ojalá pudiera sentarme contigo y hablar sobre La promesa de Ruth y los secretos que hay detrás de las líneas publicadas. Tenemos una cita pendiente.

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