Así se gestó «La llama del poder»

Así se gestó La llama del poder.

No os voy a negar que tenía ganas de contar cómo se ha gestado la obra. No sé si seréis tan curiosos como yo, pero me encanta conocer qué hay detrás de una producción, ya sea libro, película, obra de teatro o incluso un programa televisivo. Ahora que lo pienso… Creo que mi vocación era trabajar en el mundo del espectáculo, pero no supe verlo a tiempo.

Bien, regreso a lo que íbamos: ¿cómo imagináis que es el proceso de escritura de una novela? Tal vez te venga a la mente algún cliché como que es un trabajo solitario, que el autor siempre tiene un cigarrillo encendido y por supuesto le acompaña una preciosa botella de algún brebaje alcohólico. Puestos a imaginar, también habrás pensado en un lugar donde no deja de teclear, quizá el rincón de un dormitorio con música chillout de fondo o, mejor aún, un retiro alejado de la civilización, sin distracciones y alimentándose a base de latas de conserva.

Aquí estoy en una de las muchas bibliotecas en las que me he «refugiado» para concentrarme.

No os equivoquéis, seguro que habrá escritores que cumplan esos condicionantes, pero no es mi caso. Yo también tengo mi particular rutina o manías, qué le vamos a hacer. Para resumir os diré que comencé a escribir La llama del poder el 13 de abril de 2020 y puse la palabra FIN el 1 de diciembre de ese mismo año. Durante los ocho meses, que por cierto coinciden en pleno periodo de pandemia, he paseado mi ordenador por Alicante, Asturias, Gerona y Murcia. En varios puntos de esos lugares se ha ido gestando la historia. Y puestos a contar alguna anécdota, me fui unos días a un Balneario donde planifiqué el desenlace de la novela. Allí, en el silencio de una modesta habitación en la que no había televisión, pude hilar esa madeja de subtramas que tenían que casar y cerrarse para conseguir un final que no dejara ningún cabo suelto.

Si tenéis Instagram o Facebook os animo a visitar mi perfil. Es curioso comprobar que he ido narrando la evolución de la escritura desde distintos emplazamientos. Recuerdo caminar un día de agosto por las calles de Girona buscando un lugar donde sentarme a escribir. Fue imposible, todos los espacios públicos estaban cerrados por culpa de las restricciones y acabé en la mesa arrinconada de una cafetería, tomando una cerveza artesana e inspirándome en las personas que pasaban por delante de mí para ir al servicio.

Si nos remontamos al origen de la novela, donde surge esa chispa que se enciende y abre la puerta a una nueva historia, puedo asegurar que fue mientras escribía los últimos capítulos de La voz de las cenizas. Una voz interior me dijo que no podía abandonar a los personajes del último capítulo. Había tal fuerza en ellos, que me empeñé en situarlos años después en otro lugar y haciendo otras cosas. A falta de tres semanas para publicar la novela, escribí el epílogo con una escena que anunciaba la futura novela. Fue la manera de obligarme a continuar con la historia.

Decidí ambientar la novela en Chicago y tuve que documentarme para dotarla de realismo. Os cuento un secreto: una de las protagonistas está obsesionada con Madonna. La chica imita su vestuario, maquillaje, gestos… Para caracterizarla tuve que investigar horas y horas sobre la diva, descubriendo detalles y anécdotas que luego utilicé en el texto. La familia de otro personaje tiene una bodega donde producen whisky Bourbon. Sin quererlo, me vi envuelto en la historia del Bourbon y cuando me quise dar cuenta había empleado una tarde entera descubriendo la historia de dicho whisky.

La obra requería de documentación previa, pero fue más intensa si cabe durante el proceso de escritura. Todos los lugares que aparecen son reales, salvo uno: el teatro en el que transcurre gran parte de la trama. Os animo a buscar información sobre cada uno de los escenarios, no os defraudarán. Mientras el texto cogía forma y yo estaba sumergido en el papel de los personajes, surgió la necesidad de buscar un título. Quiero sincerarme con vosotros: no es nada fácil. Al igual que no lo es escribir la sinopsis, y mucho menos diseñar una cubierta atractiva para el lector y que transmita el suspense y la intensidad que encontrará entre sus líneas.

Cuento con un equipo que me viene apoyando desde mi primera publicación y les debo tanto por aguantar mis decenas de mensajes de Whatsapp pidiéndoles consejo o comentándoles dudas e inquietudes. Tengo mucha suerte. El título acudió a nosotros bastante temprano. Siguiendo la estela de La voz de las cenizas, pensamos que La llama del poder daba continuidad a la novela anterior y sintetizaba la idea principal que no es otra que hasta qué punto llegan los tentáculos del lado oscuro del poder. Una red de personas poderosas y sin escrúpulos son capaces de hacer auténticas barbaridades, solo por eso, porque tienen poder y se lo pueden permitir.

Más complicado fue el diseño de la cubierta. Debatiendo con mi amigo y diseñador Conrad Rius, nos decidimos por un conjunto limpio, minimalista y que llamara la atención cuando el posible lector lo viera en miniatura navegando en su ordenador o teléfono. Siguiendo la línea de la novela predecesora, los grises están presentes y el elemento principal fue el que más dolores de cabeza nos causó. Hicimos muchas pruebas con labios y ojos, hasta que, cuando el diseño final estaba decidido, otro buen amigo, sin pelos en la lengua, me dijo que necesitaba más emoción y me sugirió que buscara una ilustración que dotara de realismo al ojo. Ahí me vino a la mente Zuleika, una chica que dibuja muy bien y es especialista en retratos realistas. Fue mi salvadora. Su ilustración dio en la diana con lo que iba buscando y es la imagen de una historia de 426 páginas.

Cubierta de la novela, con ilustración de Zuleika Art.

No podían faltar los obstáculos, ¿verdad? Durante el proceso de corrección tuve un percance que a día de hoy no he logrado subsanar. De repente, el teclado de mi ordenador dio un error: las teclas d, f, g, h, j, k, l dejaron de funcionar y cuando las pulsaba no aparecían en pantalla. Quería estampar el ordenador, ¡menuda impotencia! Mientras buscaba una solución tuve que conformarme con el copia y pega. Ahí me teníais a mí, con una paciencia infinita. No imagináis las veces que se utilizan las letras d y l.

No quiero dejarme más detalles por el camino y acabo de recordar uno que quizá os llame la atención. El borrador inicial tenía 116000 palabras y acabó con 5000 palabras menos. Mis colegas escritores me comentan que a ellos les pasa al revés; siempre tienen que añadir cosas. Yo me pongo el traje de minimalista y cojo las tijeras sin pudor, así que todo aquello que aporte poco, despiste o ralentice la lectura lo envío rápido a la basura. Para ello debo mentalizarme antes, no os creáis, pero con el tiempo he aprendido que si algo no suma hay que desecharlo.

Un último apunte y me despido. Lo que más me ha servido para mantener el ritmo de escritura y completar el proceso hasta la publicación han sido los ánimos recibidos por parte de los lectores. La buena acogida que tuvo La voz de las cenizas me sirvió de estimulante para dar lo mejor de mí en esta nueva obra. Creo que ha valido la pena invertir tantas horas de sueño. Ahora se está gestando otra “criatura” y presiento que el proceso va a ser tan divertido como con La llama del poder.

Nos leemos.

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